Socialización primaria:
Por lo general se distingue la
socialización primaria —aquella en
la que el infante adquiere las primeras capacidades intelectuales y
sociales, y que juega el papel más crucial en la constitución de su
identidad— de los procesos de
socialización secundaria, en los que instituciones específicas —como la
escuela o el
ejército—
proporcionan competencias específicas, más abstractas y definibles. Sin
embargo, esto no implica que los efectos de la socialización secundaria
sean menos duraderos o influyentes; a través de los mecanismos de
control social,
estos pueden resultar internalizados tan efectivamente como los
adquiridos en la infancia. La experiencia social es la base sobre la que
construimos nuestra personalidad, esto es, el entramado, relativamente
consistente, de las formas de pensar, sentir y actuar de una persona.
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